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El columpio del diablo

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MarĂ­a y Viviana regresaban a sus casas, tras asistir a una fiesta que se terminĂł a altas horas de la noche. Desafortunadamente el coche se les habĂ­a descompuesto a mitad del camino, por lo que les tocaba caminar si no querĂ­an meterse en mĂĄs problemas. Ya era bastante malo que hubieran asistido sin el permiso de sus padres. —¡A ver si no nos pasa nada por andar aquĂ­ solas! —¿CĂłmo crees? Si por aquĂ­ nunca pasa nadie. —Eso es lo que me preocupa, ÂżquĂ© no sabes las cosas que se dicen de este lugar? Viviana se estremeciĂł al escuchar a su amiga. Por supuesto que sabĂ­a lo que decĂ­an los pobladores de Tecozautla, el municipio en el que vivĂ­an. La zona por la que atravesaban se encontraba muy cerca de la carretera y era temido por todos, debido a los fenĂłmenos extraños que ocurrĂ­an allĂ­. Siempre se escuchaba todo tipo de ruidos insĂłlitos y escalofriantes. —No te preocupes, eso no son mĂĄs que rumores. Enseguida llegamos —repuso, tratando de convencerse a sĂ­ misma de que tenĂ­a razĂłn. No tardaron e...

â«· El “Columpio del diablo” â«ž

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La leyenda cuenta que en un lugar de Tecozautla, Hidalgo, al que despuĂ©s se le bautizarĂ­a como el “Columpio del diablo”, hace muchos años, en plena oscuridad y casi siempre al filo de la medianoche, se escuchaban los quejidos de un hombre que parecĂ­a estar agonizando. La gente que pasaba por ahĂ­ vivĂ­a una experiencia muy rara: se quedaba sin habla y, hasta mucho tiempo despuĂ©s, reaccionaba para salir despavorida de ese terrible lugar. Al parecer, la zona causaba una especie de parĂĄlisis que podĂ­a sentirse en los huesos y no permitĂ­a avanzar. El “Columpio del diablo” causa ese efecto a quienes se atreven a adentrarse en sus entrañas. Sin embargo, una noche, dos amigos, un poco alcoholizados, transitaban por aquel lugar; impulsados por el vino en su sangre, no resistieron la tentaciĂłn al escuchar los quejidos y decidieron internarse en la zona para ver de quĂ© se trataba. Al llegar, no daban crĂ©dito a lo que veĂ­an: un hacendado que habĂ­a muerto tiempo atrĂĄs se columpiaba en una cuerda que...